miércoles, 20 de enero de 2016

Pseudovidas

Cuando entres en Instagram, observa las fotografías que se presentan ante tus ojos.
Personas poniendo muecas divertidísimas mientras estudian, personas despertándose con un antifaz y con cara de sueño, sonrisas, sonrisas y más sonrisas. Ves la foto y sientes ternura, simpatía o incluso algunos sienten envidia. Piensan: "qué vidas tan geniales. Siempre perfectos, hasta cuando se despiertan. Y mira la mía... aquí, visitando su página en pijama y con cero fotogenia".
Bien, pues te invito a que no pienses sólo en la foto que se presenta ante tus ojos. Piensa en esa persona, perdiendo minutos de su vida en poner muecas ella sola en su habitación, en como muestra su mejor de sus sonrisas a la pantalla de su móvil, se desvanece esa sonrisa mientras observa como ha quedado y decide repetirla volviendo a esbozarla ante la pantalla. Piensa en esa persona peinándose y maquillándose, volviéndose a poner el antifaz y fingiendo que acaban de despertarse ante una pantalla.
Te invito a que pienses en esos grupos de amigos que sin más tema de conversación, deciden hacer unas fotos a unos vasos de zumo o a unos cafés y ponerles 7 filtros para subirlos a la red. 
Piensa en los viajes de esas personas. Tres cuartos de hora frente al mejor monumento del mundo, repitiendo fotografías una y otra vez, uniendo sus manos para formar un corazón e ignorando la belleza que tienen ante sus ojos.
Nadie es completamente feliz. Nadie tiene una pareja perfecta ni una vida perfecta. Todos tenemos nuestros problemas y nuestros días buenos y malos pero, obviamente, nadie los sube a las redes sociales.
¿Os imagináis a vuestra amiga adicta al Instagram subiendo una foto de su grano? ¿Una foto de la discusión con su novio tal vez? ¿Un pantallazo de whatshap de cómo se ha enterado de que sus amigos han quedado sin ella?
Las comparaciones son odiosas siempre, pero si te comparas con la ficción, con lo irreal... entonces puedes acabar siendo una persona depresiva y llegar a creerte que tu vida merece la pena menos que las de los demás. Puedes acabar siendo una anoréxica social.
En mi caso, no sé si merecerá menos o más la pena. Sé que tengo cosas mejores en que emplear mi tiempo que en hacerme selfies sonriendo y poner frases, que a saber de dónde salen, (¿Hay una página de frases para posturear en Instagram y yo no me he enterado?). Y, cuando quedo con mis amistades, estoy tan absorta en mis conversaciones que ni cojo el móvil más que para consultar la hora, no sea que me vayan a dar las tantas. No sé si mi vida será buena o mala pero me conformo con eso. Con tener conversaciones plenas y una vida real con sus días buenos, malos y regulares y con no caer en la necesidad de tener que crearme un personaje, siempre observado, siempre perfecto.
 Vivid y dejad de fingir.

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