Cuando entres en Instagram, observa las fotografías que se presentan
ante tus ojos.
Personas poniendo muecas divertidísimas mientras estudian, personas
despertándose con un antifaz y con cara de sueño, sonrisas, sonrisas y más
sonrisas. Ves la foto y sientes ternura, simpatía o incluso algunos sienten
envidia. Piensan: "qué vidas tan geniales. Siempre perfectos, hasta cuando
se despiertan. Y mira la mía... aquí, visitando su página en pijama y con cero
fotogenia".
Bien, pues te invito a que no pienses sólo en la foto que se presenta
ante tus ojos. Piensa en esa persona, perdiendo minutos de su vida en poner
muecas ella sola en su habitación, en como muestra su mejor de sus sonrisas a
la pantalla de su móvil, se desvanece esa sonrisa mientras observa como ha
quedado y decide repetirla volviendo a esbozarla ante la pantalla. Piensa en esa
persona peinándose y maquillándose, volviéndose a poner el antifaz y fingiendo
que acaban de despertarse ante una pantalla.
Te invito a que pienses en esos grupos de amigos que sin más
tema de conversación, deciden hacer unas fotos a unos vasos de zumo o
a unos cafés y ponerles 7 filtros para subirlos a la red.
Piensa en los viajes de esas personas. Tres cuartos de
hora frente al mejor monumento del mundo, repitiendo fotografías una y otra
vez, uniendo sus manos para formar un corazón e ignorando la belleza que tienen
ante sus ojos.
Nadie es completamente feliz. Nadie tiene una pareja perfecta ni una
vida perfecta. Todos tenemos nuestros problemas y nuestros días buenos y
malos pero, obviamente, nadie los sube a las redes sociales.
¿Os imagináis a vuestra amiga adicta al Instagram subiendo una foto de
su grano? ¿Una foto de la discusión con su novio tal vez? ¿Un pantallazo de
whatshap de cómo se ha enterado de que sus amigos han quedado sin ella?
Las comparaciones son odiosas siempre, pero si te comparas con la
ficción, con lo irreal... entonces puedes acabar siendo una persona
depresiva y llegar a creerte que tu vida merece la pena menos que las de
los demás. Puedes acabar siendo una anoréxica social.
En mi caso, no sé si merecerá menos o más la pena. Sé que tengo cosas
mejores en que emplear mi tiempo que en hacerme selfies sonriendo y poner
frases, que a saber de dónde salen, (¿Hay una página de frases para posturear
en Instagram y yo no me he enterado?). Y, cuando quedo con mis amistades, estoy
tan absorta en mis conversaciones que ni cojo el móvil más que para consultar
la hora, no sea que me vayan a dar las tantas. No sé si mi vida será buena o
mala pero me conformo con eso. Con tener conversaciones plenas y una vida real
con sus días buenos, malos y regulares y con no caer en la necesidad de tener
que crearme un personaje, siempre observado, siempre perfecto.
Vivid y dejad de fingir.
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